viernes, 22 de abril de 2011

Viernes Santo

Hoy Viernes Santo es un día privilegiado para hacer una reflexión..
Hoy la comunidad cristiana está de luto.
Se conmemora la muerte del Hijo de Dios que vino al mundo en una misión llamada "El cordero expiatorio" para redimir a la humanidad de sus pecados.
Fué enviado a la Tierra por su amado padre para que sufriese en un sacrificio cruel y desproporcionado como víctima propiciatoria, para aplacar la ira y el deseo de justicia del Creador del Universo.
He aqui brevemente descrito el descabellado discurso del miedo.
Pecado, culpa, sacrificio, muerte...............Cómo no iba a conducir un sistema de pensamiento semejante al mas atroz de los miedos (O de donde sino del miedo podía haber surgido esto).
Recuerdo de niña un agudo conflicto entre mi deseo de entender el mundo y la imposibilidad de siquiera considerar este mensaje como algo cuerdo.
Me asustaba ver que los adultos que me rodeaban aceptaban este "sinsentido" sin hacer preguntas, como el que se traga una píldora. Y solía - en mi fantasía infantil - preguntarme si el pan ácimo de la oblación contendría alguna sustancia hipnótica que suspendiera las facultades mentales de los comulgantes.
Años mas tarde, cuando cayó en mis manos Un Curso de Milagros y entendí que contenía la corrección de todo este despropósito pude entender al fín que - tal como ya me sospechaba - no hay un mundo de demencia y desesperanza ahí fuera.
¡¡¡No estamos condenados!!!
El Curso nos pone en contacto con el mensaje mas hermoso que pueda concebirse.
Jesús despertó del sueño de pecado en que sus contemporáneos vivían..y les habló de un dios cuyo Amor no conoce límites.
Les habló de compasión. Les habló de un reino sin tiempo y sin muerte.
Les habló de Libertad.
Les contó que Dios no creó este mundo que percibimos aquellos que soñamos con cuerpos.
Que ese que llaman dios no sabe de pecado, culpa, sacrificio y muerte.
Esa inocente plenitud de Amor y paz. Esa dicha que se extiende dándose sin límites no puede crear realidades efímeras pues habita en el reino de la Eternidad.
Por tanto no es a Dios a quien adoramos cuando nos postramos ante ídolos de sufrimiento y muerte. No es a Dios a quien recordamos cuando nos sentimos culpables y nos condenamos unos a otros. Ni cuando enjuiciamos y atacamos en nombre de la justicia.
No.
Al reino de los cielos se accede cuando nos hemos desprendido de toda esta absurda inversión en dolor y sufrimiento. Cuando nos hemos purificado renunciando a la locura de nuestras creencias en culpas y castigos.
Cuando hemos comprendido al fín lo que Jesús nos explicó hace dos mil años: Que es nuestra santidad, la de cada UNO de nosotros, la que celebramos este viernes y todos los demás dias de nuestras vidas.
Al reino eterno se entra desnudo. Se entra cantando. Y se entra riendo.
                                           ¡Pues hemos cerrado los ojos y hemos despertado!

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