domingo, 12 de junio de 2011

LECCIÓN 163



La muerte no existe. El Hijo de Dios es libre.

La muerte es un pensamiento que adopta muchas formas, las cuales a menudo no se reconocen. La muerte puede manifestarse en forma de tristeza, miedo, ansiedad o duda; en forma de ira, falta de fe y desconfianza; preocupación por el cuerpo, envidia, así como en todas aquellas formas en las que el deseo de ser como no eres pueda venir a tentarte. Todos ésos pensamientos no son sino reflejos de la veneración que se le rinde a la muerte como salvadora y portadora de la liberación.

En cuanto que encarnación del miedo, anfitrión del pecado, dios de los culpables y señor de toda ilusión y engaño, el pensamiento de la muerte parece ser muy poderoso. Pues parece encerrar a todas las cosas vivientes en sus marchitas manos y a todos los deseos y esperanzas en su puño funesto, así como percibir toda meta únicamente a través de sus ojos invidentes. Los débiles, los indefensos, así como los enfermos se postran ante su imagen, al pensar que sólo ella es real, inescapable y digna de su confianza. Pues la muerte es lo único que inevitablemente llegará.

Todas las cosas excepto la muerte parecen ser inciertas y perderse demasiado pronto independientemente de cuán difícil haya sido adquirirlas, Ninguna de ellas parece ofrecernos seguridad con respecto a lo que nos ha de brindar, y son propensas a defraudar las esperanzas que una vez nos hicieron abrigar y a dejar tras sí un mal sabor de boca, en lugar de aspiraciones y sueños. Pero con la muerte se puede contar. Pues vendrá con pasos firmes cuando haya llegado su hora: Jamás cesará de tomar todo lo que tiene vida como rehén.

¿Te postrarías ante ídolos como éste? Aquí la fortaleza y el poderío de Dios Mismo se perciben dentro de un ídolo hecho de barro. Aquí se proclama que lo opuesto a Dios es señor de toda la creación, más fuerte que la Voluntad de Dios por la vida, o que la infinitud del amor y la perfecta e inmutable constancia del Cielo. Aquí por fin se derrota la Voluntad del Padre y del Hijo; y se entierra bajo la lápida que la muerte ha colocado sobre el cuerpo del santo Hijo de Dios.

Impío ahora debido a la derrota, el Hijo de Dios se ha convertido en lo que la muerte quiere hacer de él. En su epitafio, que la muerte ha escrito, no se menciona su nombre, pues ha pasado a ser polvo. En él sólo se menciona lo siguiente: “Aquí yace un testigo de que Dios ha muerto”. Y esto es lo que la muerte escribe una y otra vez, mientras sus veneradores asienten, y postrándose con sus frentes en el suelo, susurran llenas de miedo que así es.

Es imposible venerar a la muerte en cualquiera de las formas que adopta, y al mismo tiempo seleccionar unas cuantas que no favoreces y que incluso deseas evitar, mientras sigues creyendo en el resto. Pues la muerte es total. O bien, todas las cosas mueren, o bien, todas viven y no pueden morir. En esto no hay términos medios. Pues aquí nos encontramos de nuevo ante algo que es obvio y que debemos aceptar si queremos gozar de cordura: lo que contradice totalmente un pensamiento no puede ser verdad, a menos que se haya demostrado la falsedad de su opuesto.

La idea de que Dios ha muerto es algo tan descabellado que incluso a los dementes les resulta difícil creerlo. Pues implica que Dios estuvo vivo una vez y que de alguna manera murió, aparentemente asesinado por aquellos que no querían que sobreviviese. Al ser la voluntad de éstos más fuerte, pudo vencer a la suya y, de esta manera, la vida eterna sucumbió ante la muerte. Y al morir el Padre, murió también el hijo.

Puede que los que veneran la muerte tengan miedo. Sin embargo, ¿Pueden ser realmente temibles estos pensamientos?. Si se diesen cuenta de que eso es lo que creen, se liberarían de inmediato. Esto es lo que tú les vas a mostrar hoy. La muerte no existe, y renunciamos a ella en todas sus formas, por la salvación de ellos, así como por la nuestra. Dios no creó la muerte. Cualquier forma que adopte, por lo tanto, tiene que ser una ilusión. Esta es la postura que hoy adoptamos. Y se nos concede poder mirar allende la muerte, y ver la vida que se encuentra más allá.

Padre nuestro, bendice hoy nuestros ojos. Somos Tus Emisarios, y deseamos contemplar el glorioso reflejo de tu amor que refulge en todas las cosas. Vivimos y nos movemos únicamente en Ti. No estamos separados de tu vida eterna. La muerte no existe, pues la muerte no es Tu Voluntad. Y moramos allí donde Tú nos ubicaste, en la vida que compartimos Contigo y con toda cosa viviente, para ser como Tú y parte de Ti para siempre. Aceptamos Tus Pensamientos como nuestros, y nuestra voluntad es una con la Tuya eternamente. Amén.

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COMENTARIO:

Esta lección es la conclusión lógica a la lección de ayer:
"Soy tal como Dios me creó"
La salvación es Simple.
Soy tal como Dios me creó. Dios no creó la muerte. La muerte no existe. Soy Libre.
Lo extraordinario de las enseñanzas de UCDM es que son radicales y directas y no negocian con las ilusiones..
En otras tradiciones se nos enseña que Dios creó este mundo de lucha y muerte, que hemos venido por Su voluntad a este valle de lágrimas y que deberemos pagar nuestra cuota de dolor por vivir. Y que, transcurrido nuestro tiempo designado, todo acabará en la Muerte que es la única certeza que este mundo puede ofrecernos.
¿Cómo puede alguien en su sano juicio creer semejante despropósito?
La revolucionaria y hermosísima simplicidad de la salvación que el Curso nos enseña es :
Todas esas patrañas que el mundo cree están basadas en la absurda creencia de que nuestra identidad y el cuerpo van unidas. Pero Dios no me creó como un cuerpo en un mundo de muerte. Por tanto, en el reconocimiento de mi identidad UNA con Dios, está mi liberación de todas las creencias que me han aprisionado hasta ahora.
Soy Libre por ser el hijo del Amor.




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