domingo, 1 de mayo de 2011

Hacer que cuente


Don Juan Matus enseñó a Carlos Castaneda a considerar a la muerte su compañera. Una compañera a la que - mirando furtivamente - podemos ver sobre nuestro hombro izquierdo.
La cercanía de la muerte - enseñaba- dá sobriedad al guerrero, mata su importancia personal y le previene contra las empresas que no conducen a ninguna parte..los caminos sin corazón.
La mayoría de nosotros, sin embargo, vivimos como si fueramos a vivir eternamente en estos cuerpos..Y dejamos nuestros asuntos pendientes y nuestras tareas inconclusas.
Conocí a un hombre que vivió su vida enfadado.
Su padre le había abandonado cuando él era casi un niño. Tuvo que ponerse a trabajar para sacar adelante a su madre y hermanos y vivió con resentimiento hasta la edad de 90 años.
En una ocasión yo le pregunté por su padre y aquel anciano me contestó con brusquedad que " de ese señor no hablaba".
Poco despues de esto, enfermó gravemente y su vida empezó a apagarse lentamente durante unos dias hasta que murió.
Estaba muy débil pero no parecía sufrir.
Yo tuve la inmensa fortuna de  ser testigo de una hermosísima transformación en él..
Cuando ya no queda tiempo, no podemos emplear nuestras fuerzas en ilusiones. Cada aliento se conserva para lo real. Reunir poder para el salto abstracto, como decía D. Juan..ese que nos lleva de lo personal a lo impersonal.
Ese hombre huraño y aislado en sus últimos dias no respondía a nada que no fuese la presencia del amor..
Solo aquellos que se acercaban a él con gentileza y ternura recibían alguna débil muestra de reconocimiento. Cuando el final estaba ya cerca y no le quedaban fuerzas para abrir los ojos, yo me acerqué a él y le hablé quedamente..entonces recibí una mirada increiblemente llena de amor. Tuvo fuerzas para acariciar mi cabeza y decir mi nombre. Esa fue la única vez que nos vimos de verdad. Murió en paz.
Este hombre era mi abuelo.
Pasó su vida atrapado en su sufrimiento, sintiéndose víctima de un abandono cruel y muy enfadado . Incapaz de perdonar las  ilusiones y abrirse a la vida.
Solo cuando sintió la proximidad de la muerte, pudo reunir el poder suficiente para conectar con la realidad y escuchar al fín la voz que habla de amor a los que se han rendido y  han dejado de interpretar el mundo desde el miedo.
Debemos cumplir nuestra función. Aprender a discriminar entre lo ilusorio y lo real. Eso que UCDM llama perdón. Esta función es nuestra llave a la felicidad. Ese es nuestro camino con corazón..el que conduce mas allá de los sueños a lo único real en nosotros, a lo único que no podemos negar, a lo que acudimos cuando el tiempo se acaba..al Amor.
De modo que es muy útil que vivamos conscientes de que cada instante que vivimos puede ser nuestro último acto sobre la tierra porque eso hace que todo lo que hacemos cuente.
El guerrero que sabe de la proximidad de su muerte no siente lástima de sí mismo, ni deja pasar ninguna oportunidad de ser y hacer feliz, no juega en sus relaciones, ni invierte en sufrimiento. Sabe que su cuerpo es un vehículo con el que extiende el Amor mas allá de sí mismo en una celebración de la vida , sabe que el mundo es un lugar seguro porque él ha abandonado todo ataque y,  al recordar su impecabilidad, ha tomado posesión de su herencia que le hace poderoso sin límites.
La oración que D. Juan enseñaba decía:

"Ya me di al poder que mi destino rige
No me agarro ya de nada, para así no tener nada que defender.
No tengo pensamientos, para así poder ver.
No temo ya a nada, para así poder acordarme de mí.
Sereno y desprendido, me dejará el Águila pasar a la eternidad"




No hay comentarios:

Publicar un comentario