domingo, 15 de julio de 2012

No tengo que hacer Nada


Hacer algo siempre involucra al cuerpo. Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado de otorgarle valor al cuerpo en tu mente. He aquí la puerta abierta que te ahorra siglos de esfuerzos, pues a través de ella puedes escaparte de inmediato, liberándote así del tiempo. Esta es la forma en que el pecado deja de ser atractivo en este mismo momento. Pues con ello se nega el tiempo, y así, el pasado y el futuro desaparecen. El que no tiene que hacer nada no tiene necesidad de tiempo. No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de tí donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. A ese lugar llega el Espíritu Santo y ahí mora. Él permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente.


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